martes, 21 de marzo de 2017

“Hasta el último hombre” (Mel Gibson, 2016)

Me descubro ante el Mel Gibson director: por favor, que no deje de hacer películas. Esta vez deja boquiabierto con la historia real de un objetor de conciencia que participó en la batalla de Okinawa sin empuñar un arma y tratando de salvar a todo el mundo que pudiera. Emoción, intensidad y una película que el tiempo emparejará por temática y calidad con esas maravillas que son "Salvar al soldado Ryan" y las series "Hermanos de sangre" y "The Pacific". Auténtico caviar para amantes del cine bélico, pero con mensaje antibélico.

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Título original: Hacksaw Ridge
País: Estados Unidos, Australia
Duración: 131 min.
Género: Drama, Histórico, Bélico
Reparto: Andrew Garfield, Vince Vaughn, Teresa Palmer, Sam Worthington, Rachel Griffiths, Matthew Nable, Luke Bracey, Hugo Weaving, Richard Roxburgh, Nathaniel Buzolic, Goran D. Kleut, Firass Dirani
Distribuidora: DeAPlaneta
Productora: Icon Productions, Permut Presentations, Pandemonium, Cross Creek Pictures, Vendian Entertainment, Demarest Media
Director de fotografía: Simon Duggan
Diseño de producción: Barry Robison
Guión: Randall Wallace, Robert Schenkkan
Montador: John Gilbert
Música: John Debney, Rupert Gregson-Williams





Para mi gusto tenía a priori un inconveniente muy grave esta película, la presencia de Andrew Gardfield, que no es mal actor (lo demostró en “La red social”) pero que perpetró seguramente los spiderman menos inspirados que se han hecho (tanto en “The Amazing spiderman” que pase, como en la horrenda continuación “The Amazing spiderman 2” en la que me puso literalmente de los nervios). Llegué a pensar incluso, sabiendo algo del argumento, que Gibson había escogido a Gardfield para operar con su película un cambio en nosotros como espectadores, haciéndonos pasar del rechazo inicial a ganarle simpatía a su Desmond Doss. No es exactamente así como yo creía, pero algo de eso hay porque el personaje crece conforme avanza la película. Desde luego lo que sí es cierto es que Andrew Gardfield no es un pero en esta ocasión.

El argumento de “Hasta el último hombre” habla de un suceso real, la historia de un joven estadounidense, cristiano adventista, que sintió la obligación moral de alistarse para combatir en el Pacífico contra los japoneses en la 2ª Guerra mundial pero se negó a portar arma alguna. Es fácil intuir las posibilidades argumentales de dicha historia, la perplejidad de los mandos y soldados militares, lo peculiar de un tipo semejante y por supuesto, el juego que dio su actitud en el mismo campo de batalla.

Evidentemente Andrew Gardfield y su personaje te van ganando poco a poco, comulgues con sus ideas o no y terminan por atraparte irremediablemente, crescendo dramático y emocional que Mel Gibson construye como nadie, porque si hay algo que el actor-director hace a las mil maravillas es apoderarse del interés del espectador y conquistarlo (ya lo demostró con creces en maravillas como “Braveheart”, “La pasión de cristo” o “Apocalypto”). 



No voy a ocultar ni por un instante que me encanta el Mel Gibson actor, pero es que me declaro fan absoluto del Mel Gibson director porque considero que, a parte de la elegancia con la filma, consigue siempre que sus películas se me pasen en un suspiro, que lo que cuenta en ellas me interese y que me quede en mi butaca o mi sillón clavado y epatado por lo que estoy viendo.

“Hasta el último hombre” es precisamente eso, cine que epata, que te sacude, toda una experiencia y que finalmente te emociona y te hace reflexionar. Por su factura y argumento yo la emparentaría con las últimas grandes películas y series bélicas que se han hecho en los últimos años sobre la 2ª guerra mundial. Me estoy acordando de “Salvar al soldado Ryan” (Steven Spielberg), de “Cartas desde Iwo Jima” (Clint Eastwood) y de las series “Hermanos de sangre” y “The Pacific”. Comparte con ellas temática, también una filmación clásica que aprovecha los últimos avances técnicos para que las escenas te metan literalmente en la batalla, se basa igualmente en hechos reales (incluso salen los veteranos hablando de sus experiencias al final) y hay un deseo por concienciar de lo que supone una guerra como fue aquella mostrándola en toda su crudeza, sin tapujos, haciendo casi que sientas las bombas y metrallas a tu lado (cosa que Gibson hace de maravilla sin cortarse cuando se trata de mostrar sangre o vísceras).

Sus más de dos horas a mí se me pasaron en un suspiro. El desarrollo está articulado en dos partes, la primera se sitúa en Estados Unidos, cuenta la infancia y dónde vive, la preparación del soldado Desmond Doss y nos explica cómo es su vida, por qué piensa como lo hace, cómo es su familia, cómo quiere formar la suya, su preparación antes de ir al frente....La segunda se va al campo de batalla y no da tregua, te mete literalmente entre el fuego enemigo. Me gusta especialmente esa estructura porque muestra contrastes y sirve para explicar muchas cosas: lo que deja y a donde va Desmond, lo que se juega, la rotundidad de sus convicciones, cómo lo que uno espera no tiene nada que ver con lo que luego es un conflicto bélico, cómo el valor no tiene nada que ver con la pericia con un arma....Y en el tránsito de una parte a la otra el personaje y le emoción crecen de manera exponencial conquistándote por completo. Hay lírica y épica, hay reflexión y locura, hay calma y violencia.

Particularmente me pareció una de las películas más entretenidas, interesantes y mejor hechas del año pasado. No sólo a mí, la Academia de Hollywood le otorgó 6 nominaciones en los óscars (mejor película, director, actor principal, efectos sonoros, sonido y montaje, ganando los dos últimos) y funcionó bastante bien en taquilla.