sábado, 8 de octubre de 2016

“El olivo” (Iciar Bollaín, 2016)

Admitiendo que se ve con agrado, que te llega a la "patata" y que su principal baza es lo emotivo y eso a mí me gusta; también hay que reconocer que resulta tremendamente previsible y que después de ver mucho cine, uno tiene la sensación de haber visto argumentos parecidos muchas veces. En cualquier caso aplaudo tanto a Iciar Bollaín como al trío protagonista, los cuatro ases de esta película "pequeña" pero emocionante.

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País: España.
Duración: 98 min.
Género: Drama costumbrista.
Reparto: Anna Castillo, Javier Gutiérrez, Pep Ambrós.
Guión: Paul Laverty.
Productor: Juan Gordon
Música : Pascal Gaigne
Fotografía: Sergi Gallardo
Montaje: Nacho Ruiz Capillas
Estreno en España: 6 Mayo 2016.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.





 

Reconozco de antemano que soy devoto de Iciar Bollaín, le salga mejor o peor cine, y lo soy porque veo en ella un deseo indisimulado de llegar al espectador a través de los personajes e historias que pueblan sus películas, casi siempre sacadas de la realidad cotidiana. Hace un cine realista y a la vez poético en cierto modo y estéticamente atractivo, comprometido con el mundo que vivimos, pero es que además piensa (creo que mucho) en el espectador y no sólo intenta concienciarlo sino también entretenerlo y conmoverlo. Su línea como cineasta es, en ese sentido, similar en fondo y forma a otro grande del cine español contemporáneo que es Fernando León de Aranoa, que también hace lo que podríamos llamar “cine social” y que me convence igualmente si no más.

La trama de “El olivo” puede contarse en un párrafo. Lo que realmente nos cuenta en la película es muy simple, pero el guión de Paul Laverty (el marido de la directora y también habitual guionista de Ken Loach, se conocieron rodando “Tierra y libertad”) es un viaje tanto geográfico como personal, tanto hacia al futuro como hacia el pasado, habla sobre el paso del tiempo y los afectos, es decir, más complejo y profundo de lo que parece inicialmente. Tanto es así que creo que la película gana con el recuerdo, que su poso va fermentando en tí y terminas apreciándola más cuando piensas sobre ella que cuando la viste.


El argumento es un drama familiar que se activa por un conflicto en torno a un olivo y  enfrenta a tres generaciones: abuelo, hijos y nieta. Inicialmente el espectador se sitúa y empatiza con la nieta, una magnética y llena de desparpajo Anna Castillo con la que es imposible no conectar aunque sea una chillona y un tanto rebelde. Irremediablemente uno se pone de su lado y cree ver a su alrededor personas con pocos escrúpulos y de comportamiento reprochable, pero conforme avanza la trama y los flashbacks van aportando información uno se da cuenta que no hay culpables ni víctimas tan claros, que con la juventud algunas cosas no se comprenden bien, que a veces somos muy inocentes pensando que las cosas tienen una explicación sencilla o que son blanco o negro, que la vida obliga y termina situando a cada uno en un rol que no siempre es el que había deseado y de pronto descubres que la historia que te están contando susurra ideas sobre las que reflexionar, que la historia del olivo te es ajena, pero también muy tuya a otros niveles o en otros aspectos (me gusta especialmente como muestra que el tiempo nos cambia a todos pero que algunas cosas que permanecen son las que más amamos, sea el olivo metafóricamente o ciertos afectos más concretamente).....y es irremediable emocionarte y quedar conmovido.

Personajes muy reales, situaciones cotidianas, conflictos muy verosímiles...eso es lo que ofrece “El olivo” y todas las películas anteriores de Iciar Bollaín, que yo recomendaría a todo el mundo; además en este caso tenemos un argumento de notable impacto emotivo y tres personajes embarcados en una road movie que te atrapan irremisiblemente por su humanidad  conforme los vas descubriendo (Alma, Alcachofa y Rafa).

Sin embargo y pese a todo le veo un “pero”, quizás una desventaja que se tiene cuando se han visto muchas películas y es que me resulta muy muy previsible, como si ya anticiparas el final a mitad de película y desde ese momento lo que ves no llevara a ninguna parte realmente. Entendería incluso que a alguien se le pudiera hacer un poco larga y eso que dura escasamente hora y media. Pero ya digo, es sorprendente comprobar como “El olivo” en una experiencia que disfrutas más cuando piensas sobre ella que en su visionado y eso siempre es señal inequívoca de que ha merecido la pena verla......esas otras películas que al cabo del tiempo no te dicen nada terminan naufragando en un mar de olvido.